El agua tiene una propiedad natural que forma una parte esencial de su fórmula maravillosa para la vida, y que corresponde a la facultad de elevar su temperatura con mayor lentitud de que como lo hacen otros fluidos, por este motivo se requieren hasta 100 ºC para hacerla hervir.
En términos técnicos, se sabe que la necesidad de energía necesaria para elevar solo un grado la temperatura del agua es superior a 4 J/Kg (julios por kilogramo de agua), que es una energía considerable. En definitiva, el agua se resiste a calentarse y es justamente uno sus más apreciados valores como fuente de vida, para el bienestar y la salud de tanto de las personas, como de los animales y los vegetales, dado que, de la misma manera que el agua se resiste a calentarse, también es capaz conservar su temperatura de origen durante más tiempo.
En ese sentido, el agua se comporta como un excelente refrigerante al retardar la elevación de la temperatura de los sistemas en los que está comprometida, como en el organismo. De la misma manera que el líquido de un radiador recorre las tuberías internas de un motor, el agua hace lo mismo con el cuerpo humano.
El agua mineral, como la que sale de las fuentes de agua de las oficina, ofrece así una oportunidad básica para generar una temperatura estable en el cuerpo, más allá de esa sensación de frescor directamente ofrecida por la temperatura del fluido.
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