El agua dura es el nombre con el que se conoce el agua fuertemente mineralizada. Corresponde, por lo tanto, a un agua que contiene grandes cantidades de minerales, fundamentalmente, calcio y magnesio. Este tipo de agua representa un problema para la salud dado que su composición resulta muy difícil de asimilar por parte del organismo. La ingesta de agua dura de forma regular ocasiona depósitos minerales en órganos sensibles a su acumulación, como los riñones, dando lugar a nódulos, piedras y demás concreciones minerales indeseables. Sin embargo, el agua dura no siempre mantiene una química inapropiada para la salud, por lo que se puede distinguir entre un agua dura permanente y un agua dura no permanente. La primera mantiene su mineralización elevada prácticamente en cualquier condición física, mientras que la segunda, basta con hervirla para que desaparezca su dureza. Se trata, por tanto, de unos componentes químicos que son solubles al agua y que pueden eliminarse gracias al efecto del calor. El agua dura se considera peligrosa cuando la saturación mineral supera un nivel estipulado medio de 170 gramos por litro de agua. En cualquier caso, se trata de unos parámetros que, en ocasiones, se ponen en discusión, ya que no tienen en cuenta las capacidades de asimilación de algunos grupos humanos especialmente sensibles a los minerales, como los niños o los ancianos, para quienes el exceso de mineralización del agua puede convertirse en un grave problema de salud. La mejor opción, y también la más económica, para eliminar la dureza del agua es tratarla debidamente con la aplicación de una ósmosis inversa doméstica, adaptada a las necesidades del hogar y de la media de consumo casero que se realice.