Algunas de las actividades del ser humano tienen repercusión en el medio ambiente. Uno de los ejemplos más significativos es la contaminación del agua, que a pesar de no estar expuesta a la acción directa del hombre, puede verse afectada cuando ciertas sustancias llegan a los acuíferos. Veamos algunas de las causas de la contaminación del agua, así como por qué no existen motivos para la alarma en condiciones normales.
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Algunos de los modos en los que los acuíferos pueden llegar a contaminarse son:
Filtraciones. Cuando determinadas sustancias se quedan en la superficie terrestre, o son almacenadas bajo tierra, pueden disolverse de forma natural, a través de la lluvia o por el flujo de las aguas subterráneas.
Transferencia. Si se vierte en un río algún tipo de contaminante, puede que se transfiera parte de este a los acuíferos antes de que llegue al final de su recorrido.
Accidentes. Derrames accidentales en depósitos o canalizaciones pueden ser causas de la contaminación del agua.
Inyección. A veces de forma intencionada y otras después de un estudio.
Existen algunas actividades industriales que pueden generar contaminantes que lleguen al agua. El tipo de contaminación varía en función de la actividad:
Lixiviado en superficie. Algunas plantas de tratamiento de residuos o vertederos no controlados pueden acumular sustancias líquidas, que de no recogerse adecuadamente podrían llegar a los acuíferos.
Producción agrícola. El uso de pesticidas y fertilizantes puede hacer que el riego o las lluvias disuelvan las sustancias. También puede haber una explotación excesiva de los acuíferos.
Actividad industrial. Si se generan residuos sólidos, las causas principales de la contaminación del agua son las lluvias que arrastran algunas sustancias solubles. Las grasas y productos químicos pueden llegar a contaminar, casi siempre debido a accidentes.
Energía nuclear. La extracción de minerales para esta industria produce residuos de escasa actividad, mientras que el refinado de estos genera subproductos, algunos de los cuales tienen una concentración de isótopos peligrosos. Por ello es fundamental almacenar los residuos en espacios en los que no haya aguas subterráneas que fluyan.
Con el fin de garantizar la pureza de los manantiales, de los que se obtiene el agua para consumo, se realizan una serie de acciones preventivas. Por ello podemos tener la certeza de que los manantiales de los que procede están libres de riesgos.
Existen normas de calidad que indican si un tipo de agua cumple con las condiciones para ser utilizada en según qué casos. Para controlarlo se realizan controles directos en las fuentes, y si se detecta algún tipo de contaminación se procede a gestionarlo para evitar los riesgos.
También se regula la construcción y el uso de pozos, así como su abandono. El agua se recicla y reutiliza para aprovechar mejor todos los recursos hídricos y se crean depósitos seguros para almacenar productos peligrosos e impedir que lleguen a las fuentes.
Las redes de control se encargan de gestionar los recursos hídricos, y vigilar que no se realicen acciones contaminantes sin control.
Por todo esto, se puede disfrutar de una red de agua totalmente limpia y segura procedente de los manantiales de agua que hay en nuestro planeta.
