La mayor competitividad en prácticamente todos los sectores empresariales como consecuencia, principalmente, de la globalización de la economía, así como de otros factores como el aumento del nivel de exigencia y del grado de información de los consumidores o clientes, hace de los incentivos un factor especialmente determinante para la buena marcha de cualquier empresa. Diversos estudios demuestran que los incentivos a los empleados son, hoy en día, un elemento clave y prácticamente imprescindible para conseguir unos buenos índices de productividad y rentabilidad en cualquier organización.
Los distintos tipos de incentivos
Relacionar los incentivos con las recompensas económicas de una forma exclusiva e incluso excluyente de otro tipo de motivaciones es un grave error. Básicamente, porque la naturaleza humana no funciona únicamente con criterios económicos y porque aspectos como el reconocimiento o el bienestar de los empleados, así como el buen clima laboral, tienen también una gran influencia en el desempeño y el rendimiento. Podemos distinguir, por lo tanto, entre 4 grandes tipos de incentivos:
- Recompensas económicas. Sistema basado en recompensas monetarias con el fin de motivar a los empleados para que incrementen su producción o la calidad del trabajo.
- Refuerzos negativos. Algunas empresas optan por implantar sistemas basados en multas o penalizaciones en el caso de que se produzcan errores o desempeños por debajo del nivel esperado.
- Incentivos directos. Se conocen también como beneficios pecuniarios y son pagos proporcionales a los niveles incrementales de producción.
- Beneficios intangibles. Este grupo englobaría todos aquellos beneficios que no se basan en una recompensa directamente económica: viajes de incentivos, estímulos morales, beneficios sociales, etc.
Beneficios de los programas de incentivos
Aunque la implantación de un programa de incentivos requiere de una inversión previa, en el medio y largo plazo se acaba produciendo un retorno positivo en forma de lo siguientes beneficios:
- Mejora de la productividad y la rentabilidad de la empresa.
- Aumento de la eficiencia y de la calidad de los productos y/o servicios ofrecidos.
- Mejora de la competitividad.
- Incremento de la satisfacción, bienestar y calidad de vida de los trabajadores.
Consejos para la implantación de un sistema de incentivos
Para garantizar la eficacia de un programa de incentivos es necesario seguir una estrategia bien definida y meditada, teniendo muy en cuenta los siguientes aspectos clave:
- En primer lugar, se deben definir los objetivos concretos, y en la medida de lo posible cuantificables y medibles, que se pretenden obtener con la aplicación de dichos incentivos.
- Mantener reuniones con los trabajadores, en especial con los que ejercen una mayor influencia, enfocadas a consensuar qué tipo de incentivos ofrecer y sus condiciones.
- Los incentivos deben ser claros y específicos, ligados a unos logros muy concretos, cuantificables o demostrables.
- La heterogeneidad en los incentivos que se va van a utilizar es muy importante. Como hemos comentado, las recompensas económicas no son suficientes, por lo que deben ser completadas con medidas de reconocimiento al trabajador, enfocadas en la mejora de su autoestima y bienestar y en la consecución de un buen clima laboral.
- En lo que respecta a los plazos, los incentivos deben servir para cubrir y recompensar tanto los logros a corto, como a medio y largo plazo.
En ocasiones, algunos sistemas de incentivos fallan porque, pese a que los trabajadores se muestran motivados y predispuestos a mejorar su desempeño, los medios con los que cuenta la empresa no facilitan, e incluso impiden, la consecución de los objetivos. En estas situaciones, la acción prioritaria debe ser invertir en mejoras de infraestructura o tecnológicas, con el fin de evitar que la empresa se queda en una situación de desventaja frente a sus competidores, lo que puede resultar fatal para sus niveles de productividad y rentabilidad. Post relacionados: