La hiperhidratación es una patología correspondiente a un exceso de ingesta de agua que resulta nociva para el organismo, y se produce cuando el cuerpo humano recibe más agua de la que es capaz de asimilar y gestionar. Una persona adulta puede ingerir hasta siete litros en veinticuatro horas, a razón de litro y medio por hora, de forma que cuando se supera esta cantidad aumenta el riesgo de entrar en un estado de hiperhidratación. El riesgo más importante de esta hiperhidratación es la hiponatremia, es decir, la presencia de agua en tan grandes cantidades que el sodio que debería contener la sangre está tan disuelto que no es suficiente para cumplir con sus funciones vitales. En condiciones normales, la cantidad mínima de sodio en la sangre es de 100 mmol/l (milimoles por litro). Por debajo de ese límite es cuando se puede producir una hiperhidratación. Sin este sodio, la hormona antidiurética deja de funcionar y, en consecuencia, puede producirse un edema cerebral y, debido al exceso de presión en el bulbo raquídeo ejercido por el edema, se puede llegar a producir coma, más o menos profundo. Por otro lado, hiperhidratación también puede estar relacionada con el consumo de determinados estupefacientes, como el de algunas variantes de las drogas de síntesis que se conocen como éxtasis. En definitiva, beber agua y hacerlo en las cantidades necesarias es vital para la salud y el bienestar de las personas, sin embargo, superar los límites físicos citados, provoca que la concentración de sales del agua que resulta químicamente útil para el organismo, deje de ser beneficiosa y, de lo contrario, pueda resultar nociva en mayor o menor medida.