Dedicarse a algo que consideras importante y estar plenamente dedicado al proyecto, aportando tus mejores ideas y el máximo potencial de creatividad. Esforzarte con esmero y obtener una placentera satisfacción al contemplar los frutos de tu esfuerzo, sentir que controlas tu trabajo y estás plenamente integrado con el lugar que ocupas en la organización de tu empresa, esperar nuevos retos y estar seguro de que vas a estar a la altura, enfrentarse a los problemas diarios con confianza y positividad. Este tipo de actitudes configuran lo que se conoce como motivación intrínseca.
La psicología define la motivación intrínseca como la que tiene su origen en el interior de la persona con el objeto básico de satisfacer sus deseos de autorrealización y crecimiento personal. Cuando alguien está motivado intrínsicamente obtiene placer por la propia realización de la tarea, es decir, disfruta con el proceso.
Por el contrario, la motivación extrínseca depende de las satisfacciones que recibamos del exterior, de las otras personas. En el ámbito laboral, dichas satisfacciones suelen estar relacionadas más o menos directamente con una recompensa económica: aumento de sueldo, bonificaciones, beneficios o un ascenso. Para un estudiante el ejemplo más claro de motivación extrínseca serían las calificaciones.
Motivación intrínseca + motivación extrínseca = productividad
Es habitual que las empresas cometan el error de ver los dos tipos de motivaciones como entes totalmente separados y, al considerar la intrínseca como una cuestión interna que «nace de dentro» de cada empleado, se tiene la tendencia a centrarse en las recompensas de carácter extrínseco: aumento de sueldos o promociones dentro de la jerarquía de la compañía.
La realidad es que ambas motivaciones son complementarias y se influencian y retroalimentan entre sí. Por lo tanto, por mucho que desde la dirección de la empresa se intente motivar a los trabajadores con recompensas en forma de bonificaciones e incentivos, si los empleados carecen de motivación intrínseca será muy difícil conseguir unos buenos índices de productividad y rentabilidad.
Autodeterminación y competencia
Los dos factores principales de la motivación intrínseca en el ámbito laboral son dos: la autodeterminación y la competencia. La autodeterminación es la capacidad de hacer selecciones que acaban determinando las distintas acciones llevadas a cabo por el individuo. Por otro lado, la competencia es la interacción efectiva que hace la persona con el ambiente, lo que produce un sentimiento de eficacia.
En base a estos dos conceptos, que están estrechamente relacionados con la propia conducta del individuo y su afán de curiosidad, podemos afirmar que las actitudes intrínsecas en el trabajo se caracterizan por tener un alto grado de alineación con las siguientes afirmaciones:
- La actividad laboral es un fin en sí misma, siendo las diversas actividades y funciones en el trabajo lo verdaderamente importante, por encima incluso de los objetivos.
- Las recompensas externas (económicas, reconocimientos de los superiores) constituyen un acicate más, pero no son imprescindibles para disfrutar con el trabajo diario.
- El trabajo constituye un excelente canal para satisfacer necesidades superiores: realización personal, satisfacción por el trabajo bien hecho y deseo de retarse a uno mismo comprobando que se tienen las competencias necesarias.
- Interés por tener un control interno de la situación en el trabajo, así como mantener una óptima relación con el entorno laboral y los compañeros.
La motivación intrínseca es una fuerza muy potente y poderosa puesto que favorece enormemente la concentración, reduce la sensación de cansancio y permite sacar lo mejor de nosotros mismos a todos los niveles: eficacia, creatividad, ausencia de errores, etc. En definitiva, es una garantía de superación personal y de tratar de conseguir, día a día, cotas más altas de calidad y perfeccionamiento en el trabajo.
Cómo potenciar la motivación intrínseca
Como hemos visto, la motivación intrínseca tienen mucho que ver con los deseos de autorrealización de los trabajadores, así como por su necesidad de control y confianza en sus capacidades y en sentirse a gusto e identificado con su puesto de trabajo y el clima laboral. Por lo tanto, ya tenemos las pistas para conseguir potenciar esta actitud interna de los empleados:
- Crear un entorno apropiado y favorecedor para que todos los empleados tengan la oportunidad de crecer personal y profesionalmente en la empresa y desarrollar su actividad en las mejores condiciones.
- Cuidar al máximo el buen clima laboral, el compañerismo, la salud, la higiene y la seguridad en el puesto de trabajo.
- Buscar el equilibrio en las metas, tanto personales como colectivas, de la empresa: deben ser realistas y a la vez desafiantes.
- Poner en marcha planes de formación eficaces para que los empleados se sientan seguros y confiados en sus competencias y en el ejercicio de sus funciones.
- Potenciar el nexo de unión entre la empresa y sus empleados, con el objeto de fidelizar y empatizar.
- La puesta en marcha programas de mejora continua de la calidad es el mejor antídoto contra la falta de motivación y el hastío en el trabajo.
- Permitir la autonomía. No hay nada que favorezca más la motivación intrínseca que la libertad de elección y la posibilidad de tener iniciativa.
En general, todas las medidas orientada a la participación, las actividades enfocadas a mejorar las relaciones y el mejor conocimiento entre los trabajadores, como por ejemplo las actividades deportivas o lúdicas, ayudan a potenciar la motivación intrínseca y a despertar esa satisfacción por el trabajo bien hecho que todos tenemos dentro.
Es necesario un replanteamiento de las recompensas no solo en un sentido económico, sino también como la consecución de una tarea con calidad, donde el empleado sienta que ha participado activamente, pues se han tenido en cuenta sus opiniones, iniciativas, profesionalidad competencia laboral y creatividad.
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