En la actualidad, la sociedad moderna consume agua en elevadas cantidades, un consumo que se aplica en muchos ámbitos y que permite la realización de múltiples tareas. De esta forma, parte del consumo de agua se dedica a la hidratación de las personas, es decir, al acto de beber agua, pero parte del consumo se dedica a otros ámbitos relacionados con la realización de una gran variedad de tareas domésticas o industriales, como la limpieza del hogar, y aseo cotidiano, en un ámbito más domestico, y como procesos productivos asociados a la fabricación de artículos de consumo, en un ámbito más industrial.
Es fácil comprobar a simple vista la cantidad de agua consumida para beber; sin embargo, no resulta tan evidente calcular el consumo de agua dedicada a otras tareas (el que se gasta en la ducha, o bien haciendo una lavadora o poniendo el lavaplatos, por ejemplo) y sobre todo, a menudo no se es consciente del agua que puede llegar a desperdiciarse en la realización de dichas tareas.
Asimismo, tampoco hay mucha consciencia del agua utilizada para la realización de distintos tipos de cadenas de producción a gran escala, que es la que se denomina inversión invisible del agua.
Un huevo de gallina, por ejemplo, se produce con 450 litros de agua. A primera instancia podría parecer una cantidad exagerada de agua, pero en realidad, esta es exactamente el agua que se invierte en dar facilidades a la gallina para que ponga un huevo, e incluye no solo el agua que se gasta para darle de beber, sino el agua dedicada a otras necesidades asociadas.
De esta forma, gran parte del agua dedicada a dicho huevo se gasta en la fabricación del pienso que come el ave, en la limpieza de su granja y en muchos otros usos relacionados que se repercuten en los seis meses de vida de una gallina de granja.
Otro ejemplo todavía más llamativo es el del agua dedicada para conseguir un bistec de ternera. En este caso se necesita la sorprendente cantidad de 7.000 litros de agua: una parte de esta agua para hidratar a la vaca desde su nacimiento y una parte más importante para el desarrollo de procesos similares relacionados, como ocurría con la gallina del ejemplo anterior.
La lista se podría ampliar con los también 7.000 litros de agua que se necesitan para refinar un barril de petróleo o los nada menos que 148.000 litros necesarios para fabricar un coche.
De esta misma forma, el agua que emana de una fuente de oficina también ha llegado a su lugar de trabajo después de un proceso en el que el agua ha participado en gran medida, por ejemplo, en la fabricación de los componentes de los sistemas que se la ofrecen fría, caliente o a temperatura ambiente. Por este motivo, al beber agua de estas fuentes, es importante no dejar de pensar en su gran valor y en la forma en la que el hombre depende de ella, no solo para hidratarse.
Imagen cortesía de Photokanok